“El cambio de escala es a veces una cuestión de supervivencia. Primero vemos la montaña y luego dibujamos una línea en el mapa. Así, línea a línea, formamos la cordillera que no podemos abarcar con los ojos y, solo a través del ejercicio de la reducción, somos capaces de trazar un camino, tal vez, también, de transitarlo. De todo lo que nos importa y no comprendemos terminamos por dibujar un mapa, alterando al hacerlo el verdadero tamaño de nuestra ignorancia.”

miércoles, 27 de agosto de 2008


Lo que le dijo Marta a Guillermo:


Recorrimos todas las calles de Madrid, cogimos tu coche, hicimos el amor, poblamos las noches de estrellas y sueños. Gritamos, corrimos, caminamos juntos, cantamos, regresamos a ser quienes éramos una vez, quienes se conocieron cuando tuvieron tiempo. Sabía que lo harías, que no dejarías de hacerme la vida bonita. Que reír es lo principal y ser feliz una obligación y no solo un derecho. Intenta escuchar la voz de tu corazón. Háblame del mundo, de la felicidad. Cuéntame un cuento. Cógeme de la mano mientras me desnudas, y mírame a los ojos. Vuela conmigo. Las cosas que mercen la pena no son fáciles...

martes, 26 de agosto de 2008

Kahlil Gibran. Cartas de Amor del Profeta.





Si, Mary, los días que pasamos juntos fueron magníficos. Cuando hablamos sobre el pasado siempre hacemos más real el prsente. Durante mucho tiempo he tenido miedo de examinar lo vivido, un miedo causado por la falta d eobjetividad y franqueza conmigo mismo. Sería estupendo tener el coraje de abrir mi corazón y hablar dle dolor. Yo siempre he sufrido en silencio. Y el silencio nos hace sufrir más profundamente.




Es mucho más cómodo guardar silencio, porque cuando intentamos organiza nustras ideas solemos turbarnos. Solo consigo evitar esta sensación cuando estoy contigo. Las conversaciones nos apoximan y se llevan cuanto de ruin permanecía olvidado en algún plvoiento rinón dle inconsciente.




El único silencio que ocmpartimos es aquel que nos permite comprenderlo todo. Los otros silencios son crueles e inhumanos.




Que Dios te bendiga, amada Mary. Que Dios nos mantenga juntos.

lunes, 25 de agosto de 2008

Hoy quisiera ser vieja y muy sabia

Hoy quisiera ser viejo, y muy sabio y poderte decir lo que aquí no he podido decirte. Hablar como un árbol con mi sombra hacia ti. Como un libro salvado del mar, como un muerto que aprende a besar. para ti, para ti. Para ti. Por ti.


Ahora sólo me queda
buscarme de amante
la respiración.
No mirar a los mapas,
seguir en mí mismo,
no andar ciertas calles,
olvidar que fue mío una vez cierto libro.
O hacer la canción.
Y decirte que todo esta igual:la ciudad, los amigos y el mar,esperando por ti.
Sigo yendo a Teté
semana tras semana¿te acuerdas de allá?
Hoy habló de fusilesdespidiendo muertos.
Yo sé que ella me ama,es por eso tal vezque te siento en su sala,aunque ahora no estás.
Y se siente en la conversación,o será que tengo la impresión,de la ausencia y de ti.
No quisiera un fracaso
en el sabio delitoque es recordar,ni en el
que es
la nostalgia de cosas
pequeñas y tontascomo en el tumulto pisarte los pies.
Y reír y reír y reír,madrugadas sin ir a dormir...Sí, es distinto sin ti.
Muy distinto sin ti.
Las ideas son balas hoy día y no puedo usar flores por ti.
Hoy quisiera ser viejo y muy sabio
y poderte decirlo que aquíno he podido decirte:hablar como un árbolcon mi sombra hacia ti.
Como un libro salvado del mar,como un muerto que aprende a besar,
para ti, para ti,para ti, para ti.





domingo, 24 de agosto de 2008



¡Hola de nuevo! Ya estoy aquí, un poco más morena, con algún kilo más que me hacía falta y algunas historias nuevas. Solo hay un problema, me vuelvo a ir esta noche. A Ibiza, con la Obregón, jeje. Hasta el jueves. A sufrir a la playa ota vez...Sin embargo, voy a ver cómo se hace eso de programar las entradas y os dejaré alguna cosilla para que os acordéis de mí. Que sé que si no me olvidaréis pronto...

Y bueno, para empezar, tengo que agradecer mi segundo premio AL ESFUERZO PERSONAL. Es una satisfacción, primero porque está dado por uno de los mejores blogeros que me he encontrado, segundo porque me encanta recibir premios, jaja, y tercero porque me alegro muchísimo de que a alguien le guste mi blog y mis historias. ¡Muchísimas gracias tertuliano por haberme elegido como uno de los escogidos!

Sus palabras: !Otra que deja el blog en stand by para irse a la playa! Cuanta vagancia, así va el país jajaja A ella se lo concedo por tener que lidiar con sus compañeros de trabajo y porque tiene un blog estupendo en el que publica casi todos los días unas historias excelentes.

Una cosilla tengo que aclarar. No sabía cómo se hacía lo de programar entradas! Pero para hacer honor a mi premio, voy a indagar y os dejaré cosas esta semana.



Ahora parece ser que tengo que dar el premio a alguien...

Pues es que os lo quiero dar a todos, porque creo que es un gran esfuerzo personal mantener un blog. Así que, aunque muchos ya tenéis el premio, os lo vuelvo a dar. Y especialmente quería dárselo a dos blogeros:

El éxodo y la lila celeste: porque escribe paa quitarse el sombrero. Y es un gran esfuerzo personal transmitir en una poesía lo que él transmite, desde lo que piensa, siente o ve.

Funambulista: porque me consta que busca mucho y elige muy bien cada una d elas cosas que escribe para hacer un blog interesante y actual.

Muchísimas gracias de nuevo a mi perogrullero favorito. Voy a ver si hago la maleta y luego os cuento alguna cosilla. ¡Un montón de besos a todos!

lunes, 18 de agosto de 2008

Pequeño descanso

Me voy hasta el sábado, a pasarlo fatal a la playa, jaja. A comer mucho, ver a mi mami, dormir, divagar, pensar, tontear, vaguear, ... en fin, fatal, vamos.

Cuando vuelva el sábado os cuento. Hasta entonces sed buenos!

jueves, 14 de agosto de 2008

Christine Spengler.


Me contaron hace poco la historia personal de Christine Spengler, digna de mencionar: Cuando su hermano, que era fotógrafo, se murió, ella en un ataque de desesperación cogió la cámara y empezó a hacer fotos con la cámara de su hermano… Impresionante historia..


Usted iba para escritora.
-Quise serlo escritora quizá porque me hizo mucho daño el divorcio de mis padres. Me mandaron a Madrid con mis tíos, a aquella horrible calle Velázquez, al lado de iglesia de la Concepción, donde veía a las señoras vestidas de negro, los zapatos de charol que me recordaban a los tricornios de la Guardia Civil y las gafas negras de Franco en el No-Do. Era un mundo opuesto al que yo había vivido con mis padres en la casa de las contraventanas amarillas, al de Marsella, donde rugía el viento austral. Además mi madre era bellísima. Cuando se murió en París la despidieron como “la última artista surrealista”. Era rubia, pero a raíz de la muerte de mi hermano Eric se tiñó el pelo de negro.

-Sorprende esa parte de su obra, entre onírica y surrealista, cuando usted se hizo famosa como corresponsal de guerra con sus fotos en blanco y negro.
-Como corresponsal, mi trabajo en blanco y negro es de un gran rigor y una gran austeridad, ahí me esfuerzo en dar peso a la historia, a esos rostros desgarrados o maravillosos que se plantan delante de mi cámara. Son ellos los que tienen que existir en la foto. Cuando se suicidó Eric, yo lo pasé fatal. Estuve quince años de duelo. Me corté el pelo a lo Juana de Arco y me vestí de luto como una viuda iraní, sin átomo de pintura. Entonces todo esa parte artística heredada de mi madre y de mi padre, la luminosidad de mi existencia en Francia, todo ello lo amputé bajo espesas capas y capas de abeto de mi Alsacia natal. Había puesto un enorme candado a mis sentimientos.

-¿Por qué fue para usted tan terrible la muerte de su hermano Eric? El suyo resulta un dolor casi sobrehumano.
-Eric era el hombre con quien me hubiera podido casar, pero era mi hermano. Nunca hicimos el amor. Eso era un tabú, pero nuestro amor sería puro hasta el fin de nuestra existencia. Cada uno podría llevar su propia vida amorosa, pero nuestro sueño era el de morir juntos en las dos camas del cuarto rojo y dorado de la casa de Provenza. Y de golpe, víctima de la depresión y de la distancia, él me dejó cuando yo empezaba a ser “Moonface”, “Cara de luna”. -Él también condicionó su vocación. Eric era el fotógrafo y usted nunca había cogido una cámara.
-Eso ocurrió en el Chad en 1970 cuando estuvimos unos días arrestados. Él era ayudante de un famosísimo fotógrafo de modas, Harry Meerson. Por eso llevaba las cámaras que yo cogí y accioné. Y ahí empezó todo.

-Recobremos el hilo de lo que nos quería contar. De golpe se suicidó Eric y usted estuvo quince años de duelo.
-Sí, en 1984 yo estaba condenada a muerte en Beirut por esos combatientes terroríficos que son los morabitos. Me iban a ejecutar de noche, pero de repente intercedió por mí el líder druso Walid Jumblat y me soltaron. Me devolvieron al hotel Comodore, el único que tenía grupo electrógeno, en un Mercedes blanco mientras caían los cohetes israelíes. Aquella noche, por primera vez en quince años, me di cuenta de que había estado muy cerca de la muerte. Todos los corresponsales de guerra hemos estado centenares de veces cerca de la muerte. Cuando oyes el silbo de la bala es buena señal: ya ha pasado y te has salvado. Pero nunca me pasó como aquella vez...

-Diga, diga, qué le ocurrió.
-El Tribunal Revolucionario me juzgó durante cinco horas con los ojos vendados y me condenó a muerte. Un niño palestino de nueve años me colocaba el revólver en la sien. Y el juez me decía: “Eres un espía israelita. Reconócelo. ¿Por qué aprendes árabe?”. Y no sólo eso. No entendían que hacía una mujer en aquella complicada misión. Insistían: “¿Por qué estudias árabe? ¿Por qué has estado cuatro veces en el Líbano en los últimos seis meses, tú, la mujer de negro? ¿Es que Sygma no tiene hombres que mandar a la guerra?”. Fue de las pocas veces, lo confieso, que ser mujer se volvió en contra de mí. Bueno, pues esa noche salí indemne como un torero y volví a soñar en colores, con paisajes oníricos y surrealistas, casi dalinianos, como no lo había hecho en los últimos quince años. Me dije: “A partir de hoy, de cada foto de duelo o tragedia que he sacado en mi vida, expondré su contrapunto en la belleza”.

lunes, 11 de agosto de 2008

Rayuela. Julio Cortázar


Me he dado cuenta de que un deseo materializado deja de ser un sueño. Somos necesarios hasta que nos abrazan. Si nos sentimos una vez, podemos dejar de hacerlo dos veces más. E incluso hasta que volvamos a ser necesarios. Usamos el tiempo para medir la intensidad de nuestros sentimientos. Y hasta que no estamos en el límite no creemos que de verdad el abismo está cerca. Es cojonudo el ser humano.... hoy quiero convertirme en un sueño. En tan solo un sueño.

Mi sentimiento en el margen izquierdo de esta página.


Rayuela. Capítulo VII Julio Cortázar
Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mi como una luna en el agua.

viernes, 8 de agosto de 2008

Nos conocimos tomando unas cervezas




Hay algo en ella que no consigo quitarme de la cabeza
Puede que sea tan solo el síndrome de abstinencia
Nos conocimos tomando unas cervezas
En una terraza de la plaza de Chueca


El miércoles por la noche estuve con un buenísimo amigo mío. Fernando. Conocí a Fernando una de estas noches tontas que te obligan a salir, en el peor año que pasé en Madrid con diferencia. Segundo de carrera. Se me acercó, empezamos a hablar… Y, aunque perdimos el contacto durante dos años no sé cómo me volvió a encontrar. ¡Y la verdad es que me alegro muchísimo! Fernando es una de esas personas que son especiales, que tienen algo distinto al resto que los hace no solo únicos (todos somos únicos), sino diferentes. Me ha enseñado muchísimas cosas. Pero sobretodo, me ha enseñado a tener paciencia conmigo misma, a no exigirme tantísimo siempre y a ser más permisiva con mis errores.
No nos vemos mucho, tampoco nos llamamos mucho, pero cuando nos vemos siempre es como si hubiéramos hablado “ayer”… Como si nos viéramos todos los días. Existe esa palabra tan difícil de encontrar en alguien: complicidad. Sentirse uno mismo.

Cogimos el metro en Avenida de América y fuimos a tribunal, haciendo no sé qué ruta rara de metro, porque a Fernando no le gustan las líneas directas (querámoslo como es). Una vez en Tribunal, llegamos a Chueca, pero no por el camino normal pasando por Fuencarral cogiendo la calle directa que te lleva a Chueca, no. Seguimos más para abajo porque íbamos hablando y se nos pasó. Pero bueno, al final llegamos y entramos en el “Wagaboo”. Me encanta Chueca: su libertad, sus banderitas de colores, sus camareros gays que te atienden de puta madre, la plaza, la calle libertad, las tiendas, la “esencia”. Y había pasado varias veces enfrente del Wagaboo, pero nunca había entrado. Os lo recomiendo. Está bien, no es excesivamente caro, y la comida muy buena. Nos pedimos lo mismo porque somos así de originales… pero luego en el postre yo me tomé helado de vainilla con conguitos (con lo cual, rebusqué todos los conguitos y me dejé el helado, jaja).

Así que nada, ahí va otra de mis recomendaciones madrileñas.

Fernando siempre lleva una mochila, como una bolsita, negra. Me encanta, porque ahí dentro puede llevar desde un libro de psicología, hasta un folleto de exposiciones, su cámara de fotos (le encanta la fotografía), el mp3, más libros… pero lo que más me gusta es una block de notas que lleva en el que apunta: tanto cosas que s ele ocurren a él, como lugares o personas que le llaman la atención, frases, conciertos, letras de canciones, letras suyas… El caso es que, de vuelta, en el metro, me contó que había descubierto a una chica que le gustaba cómo cantaba: Alina Simone mirando por internet, y otra que reproduzco literalmente sus palabras: “es súper curiosa y me encanta porque está fatal” : Erika Stucky (por lo visto la chica es todo un espectáculo en el escenario)

Además, me dijo un enlace en Internet donde puedes ver cosas que hacer en Madrid sin gastarte un duro: http://sindinero.org/-ocio-por-la-cara-


Así que, además de compartir con vosotros a una de las mejores personas que conozco y a uno de los barrios más chulos de Madrid, os dejo el enlace, un vídeo de Alina (a Erika la buscáis el el youtube que no se me carga el vídeo y ya sois mayorcitos).


jueves, 7 de agosto de 2008

Canto II. A Teresa.


Sí, ya supongo que no os vais a leer esto entero ni de coña. Pero a mí me encanta! Es de Espronceda, y en el texto se relata la historia de un hombre que le habla a la tumba de su esposa muerta. Tiene un final irónico, un hilo perfecto... leeros al menos las partes en negrita.

CANTO II
A TERESA
DESCANSA EN PAZ

¿Por qué volvéis a la memoria mía,
tristes recuerdos del placer perdido,
a aumentar la ansiedad y la agonía
de este desierto corazón herido?
¡Ay!, que de aquellas horas de alegría
le quedó al corazón sólo un gemido,
y el llanto que al dolor los ojos niegan
lágrimas son de hiel que el alma anegan.
¿Dónde volaron, ¡ay!, aquellas horas
de juventud, de amor y de Ventura,
regaladas de músicas sonoras,
adornadas de luz y de hermosura?
Imágenes de oro bullidoras,
sus alas de carmín y nieve pura,
al son de mi esperanza desplegando,
pasaban, ¡ay!, a mí alrededor cantando.
Gorjeaban los dulces ruiseñores,
el sol iluminaba mi alegría,
el aura susurraba entre las flores,
el bosque mansamente respondía,
las fuentes murmuraban sus amores...
¡Ilusiones que llora el alma mía!
¡Oh! ¡Cuán suave resonó en mi oído
el bullicio del mundo y su ruido!
Mi vida entonces, cual guerrera nave
que el puerto deja por la vez primera,
y al soplo de los céfiros suave
orgullosa despliega su bandera,
y al mar dejando que a sus pies alabe
su triunfo en roncos cantos, va, velera,
una ola tras otra, bramadora,
hollando y dividiendo vencedora.
¡Ay!, en el mar del mundo, en ansia ardiente
de amor volaba; el sol de la mañana
llevaba yo sobre mi tersa frente,
y el alma pura de su dicha ufana;
dentro de ella, el amor, cual rica fuente
que entre frescuras y arboledas mana,
brotaba entonces abundante río
de ilusiones y dulce desvarío.
Yo amaba todo: un noble sentimiento
exaltaba mi ánimo y sentía
en mi pecho un secreto movimiento,
de grandes hechos generoso gula;
la libertad, con su inmortal aliento,
santa diosa, mi espíritu encendía,
continuo imaginando en mi fe pura
sueños de gloria al mundo y de ventura.
El puñal de Catón, la adusta frente
del noble Bruto, la constancia fiera
y el arrojo de Scévola valiente,
la doctrina de Sócrates severa,
la voz atronadora y elocuente
del orador de Atenas, la bandera
contra el tirano Macedonio alzando,
y al espantado pueblo arrebatando;
el valor y la fe del caballero;
del trovador el arpa y los cantares:
del gótico castillo el altanero
antiguo torreón, do sus pesares
cantó tal vez con eco lastimero,
¡ay!, arrancada de sus patrios lares,
joven cautiva al rayo de la luna,
lamentando su ausencia y su fortuna;
el dulce anhelo del amor que aguarda,
tal vez inquieto y con mortal recelo;
la forma bella que cruzó gallarda,
allá en la noche, entre medroso velo;
la ansiada cita que en llegar se tarda
al impaciente y amoroso anhelo,
la mujer y la voz de su dulzura,
que inspira al alma celestial ternura...
A un tiempo mismo en rápida tormenta
mi alma alborotaban de continuo,
cual las olas que azota con violenta
cólera impetuoso torbellino;
soñaba el héroe ya, la plebe atenta
en mi voz escuchaba su destino;
ya el caballero, al trovador soñaba,
y de gloria y de amores suspiraba.
Hay una voz secreta, un dulce canto,
que el alma sólo, recogida, entiende,
un sentimiento misterioso y santo,
que del barro al espíritu desprende;
agreste, vago y solitario encanto
que en inefable amor el alma enciende,
volando tras la imagen peregrina
el corazón de su ilusión divina.
Yo, desterrado en extranjera playa,
con los ojos extáticos Seguía
la nave audaz que en argentada raya
volaba al puerto de la patria mía;
yo, cuando en Occidente el sol desmaya,
solo y perdido en la arboleda umbría,
oír pensaba y armonioso acento
de una mujer al suspirar del viento.
¡Una mujer! En el templado rayo
de la mágica luna se cobra,
del sol poniente al lánguido desmayo,
lejos entre las nubes se evapora;
sobre las cumbres que florece mayo,
brilla fugaz al despuntar la aurora,
cruza tal vez por entre el bosque umbrío,
juega en las aguas del sereno río.
¡Una mujer! Deslizase en el cielo,
allá en la noche desprendida estrella.
Si aroma el aire recogió en el suelo,
es el aroma que le presta ella.
Blanca es la nube que en callado vuelo
cruza la esfera, y que su planta huella,
y en la tarde la mar olas le ofrece
de plata y de zafir, donde se mece.
Mujer que amor en su ilusión figura,
mujer que nada dice a los sentidos,
ensueño de suavísima ternura
eco que regaló nuestros oídos;
de amor la llama generosa y pura
los goces dulces del amor cumplidos
que engalana la rica fantasía,
goces que avaro el corazón ansía.
¡Ay!, aquélla mujer, tan sólo aquélla,
tanto delirio a realizar alcanza,
y esa mujer, tan cándida y tan bella,
es mentida ilusión de la esperanza;
es el alma que vívida destella
su luz al mundo cuando en él se lanza,
y el mundo con su magia y galanura,
es espejo no más de su hermosura.
Es el amor que al mismo amor adora,
el que creó las sílfides y ondinas,
la sacra ninfa que bordando mora
debajo de las aguas cristalinas;
es el amor, que, recordando, llora
las arboledas del Edén divinas;
amor de allí arrancado, allí nacido,
que busca en vano aquí su bien perdido.
¡Oh llama santa! ¡Celestial anhelo!
¡Sentimiento purísimo! ¡Memoria
acaso triste de un perdido cielo,
quizá esperanza de futura gloria!
¡Huyes y dejas llanto y desconsuelo!
¡Oh, qué mujer! ¡Qué imagen ilusoria
tan pura, tan feliz, tan placentera,
brindó el amor a mi ilusión primera...!
¡Oh, Teresa! ¡Oh dolor! Lágrimas mías,
¡ah!, ¿dónde estáis, que no corréis a mares?
¿Por qué, por qué como en mejores días
no consoláis vosotras mis pesares?
¡Oh!, los que no sabéis las agonías
de un corazón que penas a millares,
¡ay!, desgarraron y que ya no llora,
¡piedad tened de mi tormento ahora!
¡Oh, dichosos mil veces, si, dichosos
los que podéis llorar! y, ¡ay, sin ventura
de mí, que entre suspiros angustiosos
ahogar me siento en infernal tortura!
¡Retuércese entre nudos dolorosos
mi corazón, gimiendo de amargura!
También tu corazón, hecho pavesa,
¡ay! llegó a no llorar, ¡pobre Teresa!
¿Quién pensara jamás, Teresa mía,
que fuera eterno manantial de llanto
tanto inocente amor, tanta alegría,
tantas delicias y delirio tanto?
¿Quién pensara jamás llegase un día
en que perdido el celestial encanto
y caída la venda de los ojos,
cuanto diera placer causara enojos?
Aún parece, Teresa, que te veo
aérea como dorada mariposa,
ensueño delicioso del deseo,
sobre tallo gentil temprana rosa,
del amor venturoso devaneo,
angélica, purísima y dichosa,
y oigo tu voz dulcísima, y respiro
tu aliento perfumado en tu suspiro.
Y aún miro aquellos ojos que robaron
a los cielos su azul, y las rosadas
tintas sobre la nieve, que envidiaron
las de mayo serenas alboradas;
y aquellas horas dulces que pasaron
tan breves, ¡ay!, como después lloradas,
horas de confianza y de delicias,
de abandono y de amor y de caricias.
Que así las horas rápidas pasaban,
y pasaba a la par nuestra ventura;
y nunca nuestras ansias las contaban,
tú embriagada en mi amor, yo en tu hermosura.
Las horas, ¡ay!, huyendo nos miraban,
llanto tal vez vertiendo de ternura;
que nuestro amor y juventud veían,
y temblaban las horas que vendrían.
Y llegaron, en fin; ¡oh!, ¿quién, impío
¡ay!, agostó la flor de tu pureza?
Tú fuiste un tiempo cristalino río,
manantial de purísima limpieza;
después torrente de color sombrío,
rompiendo entre peñascos y maleza,
y estanque, en fin, de aguas corrompidas,
entre fétido fango detenidas.
¿Cómo caíste despeñado al suelo,
astro de la mañana luminoso?
Ángel de luz, ¿quién te arrojó del cielo
a este valle de lágrimas odioso?
Aún cercaba tu frente el blanco velo
del serafín, y en ondas fulguroso
rayos al mundo tu esplendor vertía,
y otro cielo el amor te prometía.
Mas, ¡ay!, que es la mujer ángel caído
o mujer nada más y lodo inmundo,
hermoso ser para llorar nacido,
o vivir como autómata en el mundo.
Sí, que el demonio en el Edén perdido
abrasara con fuego del profundo
la primera mujer, y, ¡ay!, aquel fuego
la herencia ha sido de sus hijos luego.
Brota en el cielo del amor la fuente,
que a fecundar el universo mana,
y en la tierra su límpida corriente
sus márgenes con flores engalana;
mas, ¡ay!, huid; el corazón ardiente,
que el agua clara por beber se afana,
lágrimas verterá de duelo eterno,
que su raudal lo envenenó el infierno.
Huid, si no queréis que llegue un día
en que, enredado en retorcidos lazos
el corazón, con bárbara porfía
luchéis por arrancároslo a pedazos;
en que al cielo en histérica agonía
frenéticos alcéis entrambos brazos,
para en vuestra impotencia maldecirle
y escupiros, tal vez, al escupirle.
Los años, ¡ay!, de la ilusión pasaron;
las dulces esperanzas que trajeron
con sus blancos ensueños se llevaron
y el porvenir de oscuridad vistieron;
las rosas del amor se marchitaron,
las flores en abrojos convirtieron,
y de afán tanto y tan soñada gloria
sólo quedó una tumba, una memoria.
¡Pobre Teresa! ¡Al recordarte siento
un pesar tan intenso...! Embarga impío
mi quebrantada voz mi sentimiento,
y suspira tu nombre el labio mío;
para allí su carrera el pensamiento,
hiela mi corazón punzante frío,
ante mis ojos la funesta losa
donde, vil polvo, tu beldad reposa.
¡Y tú, feliz, que hallaste en la muerte
sombra a que descansar en tu camino,
cuando llegabas, mísera, a perderte
y era llorar tu único destino,
cuando en tu frente la implacable suerte
grababa de los réprobos el sino!
Feliz, la muerte te arrancó del suelo,
y, otra vez ángel, te volviste al cielo.
Roída de recuerdos de amargura,
árido el corazón, sin ilusiones,
la delicada flor de tu hermosura
ajaron del dolor los aquilones;
sola, y envilecida, y sin ventura,
tu corazón sacaron las pasiones;
tus hijos, ¡ay!, de ti se avergonzaran,
y hasta el nombre de madre te negaran.
Los ojos escaldados de tu llanto,
tu rostro cadavérico y hundido;
único desahogo en tu quebranto,
el histérico ¡ay! de tu gemido;
¿quién, quién pudiera en infortunio tanto
envolver tu desdicha en el olvido,
disipar tu dolor y recogerte
en su seno de paz? ¡Sólo la muerte!
¡Y tan joven, y ya tan desgraciada!
Espíritu indomable, alma violenta,
en ti, mezquina sociedad, lanzada
a romper tus barreras turbulenta.
Nave contra las rocas quebrantada,
allá vaga, a merced de la tormenta,
en las olas tal vez náufraga tabla,
que sólo ya de sus grandezas habla.
Un recuerdo de amor que nunca muere
y está en mi corazón; un lastimero
tierno quejido que en el alma hiere,
eco suave de su amor primero;
¡ay!, de tu luz, en tanto yo viviere,
quedará un rayo en mí, blanco lucero,
que iluminaste con tu luz querida
la dorada mañana de mi vida.
Que yo, como una flor que en la mañana
abre su cáliz al naciente día,
¡ ay!, al amor abrí tu alma temprana
y exalté tu inocente fantasía,
yo inocente también, ¡oh!, cuán ufana
al porvenir mi mente sonreía,
y en alas de mi amor, ¡con cuánto anhelo
pensé contigo remontarme al cielo!
Y alegre, audaz, ansioso, enamorado,
en tus brazos en lánguido abandono,
de glorias y deleites rodeado
levantar para ti soñé yo un trono;
y allí, tú venturosa y yo a tu lado
vencer del mundo el implacable encono,
y en un tiempo, sin horas ni medida,
ver como un sueño resbalar la vida.
¡Pobre Teresa! Cuando ya tus ojos
áridos ni una lágrima brotaban;
cuando ya su color tus labios rojos
en cárdenos matices se cambiaban;
cuando de tu dolor tristes despojos
la vida y su ilusión te abandonaban,
y consumía lenta calentura
tu corazón al par que tu amargura;
si en tu penosa y última agonía
volviste a lo pasado el pensamiento;
si comparaste a tu existencia un día
tu triste soledad y tu aislamiento;
si arrojó a tu dolor tu fantasía
tus hijos, ¡ay!, ¿n tu postrer momento
a otra mujer tal vez acariciando,
madre tal vez a otra mujer llamando;
si el cuadro de tus breves glorias viste
pasar como fantástica quimera,
y si la voz de tu conciencia oíste
dentro de ti gritándote severa;
si, en fin, entonces tú llorar quisiste
y no brotó una lágrima siquiera
tu seco corazón, y a Dios llamaste,
y no te escuchó Dios y blasfemaste;
¡oh!, ¡cruel!, ¡muy cruel!, ¡martirio horrendo!
¡espantosa expiación de tu pecado!
¡Sobre un lecho de espinas maldiciendo,
morir, el corazón desesperado!
Tus mismas manos de dolor mordiendo,
presente a tu conciencia lo pasado,
buscando en vano, con los ojos fijos
y extendiendo tus brazos, a tus hijos.
¡Oh!, ¡cruel!, ¡muy cruel!... ¡Ay! Yo, entretanto,
dentro del pecho mi dolor oculto,
enjugo de mis párpados el llanto
y doy al mundo el exigido culto;
yo escondo con vergüenza mi quebranto,
mi propia pena con mi risa insulto,
y me divierto en arrancar del pecho
mi mismo corazón, pedazos hecho.
Gocemos, si; la cristalina esfera
gira bañada en luz: ¡bella es la vida!
¿Quién a parar alcanza la carrera
del mundo hermoso que al placer convida?
Brilla radiante el sol, la primavera
los campos pinta en la estación florida;
truéquese en risa mi dolor profundo...
Que haya un cadáver más, ¿qué importa al mundo?


lunes, 4 de agosto de 2008

El verano de Alejandría

Os dejo un fragmento de uno de los libros del "Cuarteto de Alejandría", de Lawrence Durrell. Justine. En el Cuarteto, "descubrimos, por ejemplo, que quien se creía apasionadamente amado es tan sólo un instrumento indiferente. O que la más peculiar e intensa pasión se halla en un matrimonio “infiel”. O que una devoradora de sexo es, en realidad, un espíritu hambriento de sentido que se entrega difícil y excepcionalmente, y precisamente por eso concede su cuerpo sin darle importancia alguna."

Notas para un paisaje… Largas modulaciones de color. Luz que se filtra a través de la esencia de los limones. Polvo de ladrillo suspendido en el aire flagrante, y el olor del pavimento caliente recién regado. Nubes livianas, al ras del suelo, que sin embargo rara vez tren lluvia. Sobre ese fondo se proyectan rojos y verdes polvorientos, malva pastel y un carmesí profundo y diluido. En verano la humedad del mar da una leve pátina al aire. Todo parece cubierto por un manto de goma.

Y luego, en otoño, el aire seco y vibrante, cargado de áspera electricidad estática, que inflama el cuerpo bajo la ropa liviana. La carne despierta, siente los barrotes de su prisión. De noche una prostituta borracha camina por una calle oscura, sembrando los fragmentos de una canción como si fueran pétalos. ¿Fue allí donde escuchó Antonio los acordes arrobadores de esa música sublime que lo impulsó a entregarse para siempre a la ciudad que amaba?

Los cuerpos hoscos de los jóvenes inician la caza de una desnudez cómplice, y en esos pequeños cafés a los que solía ir Balthazar con el viejo poeta de la ciudad, los muchachos, nerviosos, juegan al chaquete bajo las lámparas de petróleo y, perturbados por el viento seco del desierto –tan poco romántico, tan sospechoso-, se agitan y se vuelven para mirar a los recién llegados. Les cuesta respirar y en cada beso del verano reconocen el sabor de la cal viva.

He venido a reconstruir piedra por piedra esa ciudad en mi mente, esas provincias melancólicas que el viejo veía llenas de las “ruinas sombrías” de su vida. Estrépito de los tranvías estremeciéndose en sus venas metálicas mientras atraviesan la meidan color de yodo de Mazarita. Oro, fósforo, magnesio, papel. Allí nos encontrábamos a menudo.

En verano había un tenderete abigarrado donde a ella le gustaba saborear tajadas de sandía y sorbetes de colores brillantes.

Naturalmente, llegaba siempre un poco tarde, de vuelta quizá de una cita en una habitación oscura en la que yo trataba de no pensar, tan frescos, tan jóvenes eran los pétalos abiertos de la boca que caía sobre la mía para saciar la sed del verano.

Quizás el hombre a quien acababa de abandonar rondaba aún en su memoria, quizás persistía aún en ella el polen de sus besos. Pero eso importaba muy poco, ahora que sentía el leve peso de su cuerpo apoyando su brazo en el mío, sonriendo con la sinceridad generosa de los que han renunciado a todo secreto. Era bueno estar allí desmañados, un poco tímidos, respirando agitadamente porque sabíamos lo que cada uno esperaba del otro. Los mensajes se transmitían prescindiendo de la conciencia, por la pulpa de los labios, por los ojos, por los sorbetes, por el tenderete abigarrado. Permanecer allí alegremente, tomados de los meñiques, bebiendo la tarde profundamente olorosa a alcanfor, como si fuéramos parte de la ciudad…


En la foto, Venecia, y su ropa tendida.